febrero 02, 2011

Un Buen Desayuno

07:27 am.

- Buenos días – saluda ella muy jovial.
- … Buenos días.
- Que seriedad – se burla ella.
- No dormí muy bien anoche, entre el calor y cosas en la cabeza.
- Uff, anoche el calor fue insoportable, ¿Hace cuanto que estas sentado ahí?
- Mmm, hará una hora, hora y media.
- Bueno, entonces dame unos minutos y te sirvo el desayuno, primero iré a ver cómo está Daniel – comenta ajustando el cinto que cierra su bata sobre su cuerpo desnudo.
- Déjalo dormir, ya están terminando las clases y no es necesario que vaya, creo que aprobó todas las asignaturas – no aparta su vista de la ventana sobre el lavaplatos de la cocina.
- Cierto, muy cierto... cuando tienes razón la tienes.
- Me doy ese crédito.
- Entonces desayunamos y te afeitas esa horrible barba, antes de que pasen por ti – bromea ella despreocupadamente.
- Una semana más fuera de casa – él responde lúgubremente.
- ¡Uff! Veo que no hay mucho ánimo de laborar esta mañana. ¿Es el trabajo lo que ocupa esos pensamientos matutinos?
- En parte, el trabajo bien hecho siempre es una preocupación, además creo que comienza un periodo de “desvinculaciones” por requerimientos de la empresa – dice moviendo sus manos señalando las comillas.
- No es para menos que tener esa cara entonces.
- ¿Tienes algo en mente para la semana?
- No lo creo, supongo que iré a la casa de mis papás con Daniel.
- No es mala idea, creo que se merece un poco de distracción. ¿Estás segura que no harás nada más?
- Mmm. Puede que me junte uno de esos días con las mamás del Centro de Padres del colegio, tú sabes cuánto les gusta el chisme.
- Mientras no sea nada sobre ti.
- No tengo nada que esconder – dice irguiendo su espalda y parándose sobre las puntas de sus pies.
- ¿Segura?
- … - estupefacta ella lo mira, sin quitar la sonrisa de su rostro. – Nada, ¿O a caso tu sabes algo sobre mi? Que sea digno de una reunión de té con esas señoras.
- Creo que después de tantos años no, pero uno nunca sabe, Dicen que uno nunca termina de conocer a las personas.
- Eso es verdad, ¿Me creerías que mi hermana quiere hacer el servicio militar? Eso sí que no lo vi venir, aunque yo creo que solo es para demostrar que es más que una cara bonita, como siempre dice ella.
- No me interesa habla de tu hermana – Responde arisco.
- ¿Qué te pasa? Primero te quedas sentado mirando la ventana desde quien sabe qué hora, después no saludas como Dios manda a tu esposa y para rematar estás hecho todo un viejo de mierda con tus pesadeces.
- ¿De verdad quieres saber que mierda me pasa? – dice él mientras mete la mano en el bolsillo de su bata cuadrillé.
- Desde luego que sí, tampoco voy a dejar que me trates así gratis y justo antes de irte otra semana más de la casa.
- … - saca un celular desde el bolsillo, guarda silencio mientras lo revisa, hasta dejarlo sobre la mesa de madera. – Esto es lo que me pasa.
- Estás cada vez más raro – se acerca dudando, la cara de él solo logra inquietarla.
- Mira, con confianza.
- Veamos – su rostro se desfigura completamente, palidece y su sonrisa se convierte en una inverosímil mueca.
- Puedes ver otras más si sigues hacia adelante.
- Creo que no es necesario.
- Adelante, sigue, solo sigue la puta secuencia: tú en al auto de quien sabe qué hombre, entrando a un colorido motel, ¿Quieres que siga? – su voz es tan solo un susurro.
- Creo que no.
- Me tomé la desafortunada molestia de ver cómo te abalanzaste sobre él, no pensé que yo no pudiera satisfacerte tanto como para que te lanzaras de esa manera sobre otro hombre, lo desnudaste tan rápido que él mismo se sorprendió.
- No sigas…
- Te tomó fuerte e hizo girones tu blusa, esa blusa que te regalé para tu cumpleaños, pero desde luego no te importó, te deshiciste de tu calzón por debajo de la falda y no pudiste esperar ni siquiera para quedar completamente desnuda.
- Por favor – los ojos enrojecidos comenzaban a humedecerse.
- Vi como empezaste, pero no quise verte terminar, así que esperé fuera hasta que salieron, para verte ir entre risas, sentada a su lado. Puto motel, tiene cámaras por todos lados.
- Yo no quería.
- Claro que no querías, nunca una puta de mierda quiere traicionar a su marido, las obligan, siempre es así cuando las descubren disfrutando sobre el pene de otro hombre.
- De verdad no quería, pero es que…
- Pero es que qué. – apremia él.
- Me sentía tan sola.
- Te pregunté miles de veces si cambiaba de trabajo, para poder tener una mejor vida familiar, nunca he soportado estar lejos de ti y Daniel semana por medio.
- No quería que tiraras todo a la basura.
- Claro, si para ese entonces ya estabas cagándome.
- No lo digas así, por favor. – la primera lágrima de la mañana rodó por su mejilla empalidecida.
- Esa es la verdad, y como tal, quiero saber desde cuando me estás pegando en la nuca. – responde él sin perder la paciencia.
- No hagas esto, podemos conversarlo y arreglarlo.
- ¿Desde cuándo?
- Podemos dejarlo atrás y olvidarlo.
- ¿Olvidarlo?... ¿Desde cuándo que no soy el único?
- …
- ¡Dime!
- Harán tres meses, quizás un poco más.
- ¿Y quién sería ese hijo de p...? – su voz se quiebra leve y momentáneamente.
- Es uno de los papás del Centro de Padres.
- Quiero conocerlo.
- ¿Cómo?
- Quiero conocer al hombre que está destruyendo mi familia, quiero que me diga por qué me hace esto a mí y supongo que a su familia también.
- ¿Por qué no dejamos esto hasta aquí? Conversemos y tratemos de superarlo, tú eres el padre de mi hijo y te amo más que a nadie.
- No trates de manipularme con esas cosas, lo hecho, hecho está, y vas a tener que afrontar las consecuencias.
- Pero por favor, si podemos hacerlo – progresivamente comenzaba a elevar la voz, y sus ojos al borde del colapso.
- Mira, quiero pedirte sólo una cosa y, dependiendo de lo que salga, podría perdonarte.
- ¿Y qué sería? – pregunta mientras limpia sus ojos.
- Quiero que lo llames, y que venga inmediatamente.
- ¡¿Estás loco?! ¿Cómo podría eso ayudarnos?
- Quiero que lo llames.
- ¡No lo haré!
- Llámalo, ahora.
- No, Daniel puede despertar y no quiero exponerlo a todo esto.
- El no despertará así que, por favor, haz lo que te pido.
- Pero ¿por qué?
- … - por segunda vez vuelve a revisar un bolsillo de su bata, esta vez el izquierdo – Hazlo ahora mismo – dice mientras deja sobre la mesa, junto al celular, una pesada Colt 45.
- … - estupefacta guarda silencio, mirando detenidamente el brillante revólver.
- Haz lo que te pido, por favor.
- Tengo que ir por mi celular – se encamina a su habitación.
- Usa el mío, no creerás que soy tan estúpido para dejarte salir de la cocina y que te voy a creer que no sabes el número, así que marca ahora mismo y dile que ya estás sola y que no puedes esperar hasta su próximo encuentro, que venga rápido porque lo esperas con lencería nueva.
Ella se acerca, evitando con el dorso de su mano que el hilillo transparente que proviene de su nariz llegue a sus labios, los ojos completamente enrojecidos y las manos comenzando a ser invadidas por un angustioso temblor.
- ¿Estás seguro de todo esto? No sé si sea bueno que venga ahora, tal vez más tarde, cuando estés más tranquilo. – dice con el celular en su mano, controlando el constante temblor.
- ¿A caso no estoy tranquilo, o esperas que esté aún más tranquilo? ¿De verdad piensas que el paso de unas cuantas putas horas hagan que me sienta mejor y pueda invitarle un café como si fuéramos todos amigos y terminemos haciendo un trío en nuestra cama?
- No es eso, por favor, no quiero que pase nada más. Creo que ya es suficiente y que podemos llegar a arreglarlo – su mano vuelve a temblar, al borde de soltar el aparato que sostiene.
- Una sola condición, querida, si nunca tiraste con él en mi… nuestra cama, esperaré un poco más.
- … - sólo silencio se apodera de ella.
- Entonces llama – susurra él tras el incómodo momento de silencio que sólo sirvió para corroborar su idea.

Ella comienza a marcar el número, lleva el aparato a su oreja, cobijándolo junto a su mejilla. Durante unos cuantos tonos de discado - que se hacen eternos - intenta mantener la calma, respirando profundamente… el otro lado de la línea por fin contesta.

- ¿Aló? – responde una voz adormilada.
- Hola, ¿Cómo estás?
- ¿Quién habla?
- Soy yo
- ¡Aps! Disculpa que no te reconociera, vengo recién despertando, anoche tuve una juerga de aquellas y…
- ¿Estás sólo? – le interrumpe ella.
- Bueno, está por salir al trabajo y yo tengo unos días que me debía la empresa.
- ¿Te parece si adelantamos nuestro encuentro? – dice ella conteniendo el aliento.
- No lo sé, tenía pensado hacer algunos trámites, además ¿Tu esposo no está aún en la ciudad?
- No, se acaba de ir, lo pasaron a buscar hace unos veinte minutos.
- Mmm, tendrías que ofrecerme algo bueno, como para dejar de lado los deberes.
- Bueno, ayer compré un par de prendas íntimas que me gustaría estrenar. – dice derramando un par de lágrimas, pero conteniendo la voz al borde del desconsuelo.
- ¡¿En serio?! Uff… podrías adelantarme algo entonces. – dice entre risitas adormiladas.
- Tienes que verlo por ti mismo.
- Mira, termino mis diligencias y parto a tu casa.
- No, tiene que ser ahora – La mirada de su esposo se clava en la suya.
- ¿Pasa algo?
- No, nada, es que te quiero ahora, Daniel y mi esposo no están, y me gustaría empezar bien el día.
- Bueno, puedes ser bastante persuasiva cuando lo deseas, en quince minutos estoy allí.
- Te espero, la puerta estará abierta, pasa a la cocina – corta la comunicación y mira a su marido en busca de un poco de aprobación.
- Entonces esperaremos, podrías servirme un poco de jugo de naranja para la espera – aún no quita la mirada de los ojos de ella, como si quisiera que sus ojos comenzaran a sangrar, que expiara su culpa, que pagara por lo que le hizo, pero aún falta, poco, pero debe esperar.


08:53 am.

- ¡Hola! Preciosa, ¿adivina quien llegó?
- ¡Pasa, estoy en la cocina! – responde con un grito que deja ver lo forzado de su bienestar.
- ¡Te voy a tomar, haré a un lado esa lencería y verás lo que es bueno! – va gritando entre risas y con notoria excitación mientras se acerca a la cocina luego de cerrar la puerta principal.

Ambos en la cocina aguardan en silencio, incómodo pero, de alguna manera, satisfactorio.
Ella no deja de mirar el suelo, pensando en que por fin su mentira se destapó, su rostro - aunque temeroso - se ve libre.

Por su parte él voltea su mirada desde la ventana hacia la entrada de la cocina, ella puede ver como por fin comienzan a aparecer notas de lágrimas en sus ojos y, al parecer, algo de duda; pero esto se borra tras un largo respiro.

Una figura alta, sin camisa y con el pantalón desabotonado, entra por fin en la cocina.

- ¡Hey! – se detiene en seco al verla despeinada y solo con una bata que cubre su cuerpo, aunque puede apreciar sus curvas, sus pezones y su entrepierna, debido a que, por el calor, la tela está pegada a su cuerpo, sus pies descalzos parecen sucios. No puede ver bien su rostro, ella aún mira el piso.
- Bueno días señor, ¿Cómo se encuentra Usted? – desconcertado ante el saludo y la voz masculina gira su rostro y ve sentado, frente a la pequeña mesa de madera, al esposo de ella. Un trago amargo se detiene en medio de su garganta.
- Estoooo… - no sabe qué decir, examina la habitación, ella es solo un zombie inmóvil, él por el contrario irradia ira, a pesar de su pacifica apariencia. – Creo que es mejor que me retire y los deje conversar un poco – gira sobre sí mismo.
- Espere un momento, siéntese en la silla que tiene al lado, mi querida esposa le servirá un vaso de jugo, lo mejor para comenzar una mañana, además del sexo, claro… querida, atiende a la visita – Vuelve a girar sobre sus pies y mira la inverosímil situación, su corazón late con fuerza, su pecho lo delata - Por favor, tome asiento – repite el anfitrión, mientras ella sirve un vaso de jugo.
- Está claro que esto es un error, una simple equivocación, verá usted… - dice nervioso y presto a abandonar la habitación.
- Entonces hará el favor de explicarme detalladamente tal error – le interrumpe mientras sube sus manos sobre la mesa y deposita algo que suena pesado y opaco sobre ella, el hombre (aún de pie) mira con horror el elemento metálico que acaba de hacer aparición y el nudo que se comenzaba a formar en su garganta ahora le empieza a entorpecer el paso del aire.
- Tranquilo, no hay necesidad de llegar a las armas, ni siquiera a las manos, como le he dicho esto no más que un lamentable error.
- Estimadísimo señor, tenga la puta amabilidad de tomar asiento, no es que vayamos a darnos de balazos y llenarnos los cuerpos de plomo… así podrá usted explicarme con lujo de detalles como mierda esto es un error, como es que un imbécil puede equivocarse de casa y ofrecer tirarse a la dueña de casa. Porque eso sería, para mí, un error lamentable, pero un error al fin y al cabo.
- No hay necesidad de burlarse de mis intenciones, por favor – se defiende mientras la mujer le ofrece un vaso repleto de jugo de naranja, con la mirada perdida, como si intentara descifrar un puzle demasiado difícil.
- Entonces, si no hay necesidad de hacer burlas, espero que por nuestro bien seas capaz de explicarme y contarme desde un principio desde cuándo y por qué te estás tirando a la puta que tengo por esposa – su cara comienza por fin a tomar matices de ira.
- Cariño, no digas esas cosas, ¡por el amor de Dios! – interviene ella.
- Tranquila, creo que si podemos dialogar como adultos podemos llegar a una solución cuerda y que no requiera cuerpos marcados con tiza sobre el piso – El marido asiente en silencio a las palabras que salen con naturalidad. – La conocí hace más menos tres meses, soy nuevo en la ciudad, fui transferido por trabajo y mi hija va al mismo colegio que su hijo, por lo que nos conocimos en una de las reuniones del curso. En realidad yo la conocí allí, ella no me prestó ni la más mínima atención. Me pareció una mujer preciosa, y para ser honesto mi matrimonio hacía tiempo que venía bastante mal así que me di el placer culpable de fantasear con ella.
- Si estás intentando hacer que crea que todo es culpa tuya y que ella no tiene nada que ver voy a romperte la puta cara antes de meterte unas cuantas balas entre las piernas – interrumpe impetuoso, causando que la mirada de sus interlocutores se dirija inmediatamente hacia él, su cara tiene el ceño fruncido, pero el arma reposa sobre la mesa lejos de sus manos que descansan sobre sus muslos.
- No es esa mi intención, si nos descubriste no tiene ningún sentido tratar de salvar alguno de los culos aquí presentes – suspiro - Como dije yo fui quien la vio más allá de una simple madre del curso de mi hija; lo cual se alimentó rápidamente, ya que como nosotros llegamos luego de las vacaciones de invierno nos cruzamos con el aniversario del colegio, y claramente quería que mi hija fuese bien recibida, así que traté de participar lo que más pude en las actividades. Allí me di cuenta que, de todos los padres, ella era de las pocas personas que asistía a las actividades sola, y como mi esposa odia estas cosas me acerqué para tener con quien conversar.
- Yo no sabía que tenía otras intenciones conmigo, así que intenté acercarme también para que los padres no tuvieran problemas con él – añade ella.
- Desde luego, continúa.
- Bueno, pasó alrededor de una semana, con unos padres decidimos juntarnos a tomarnos un trago para poder planificar mejor el acto que presentaríamos en el evento de cierre del aniversario, desde luego le extendí la invitación para que nos ayudara. Algunos de los que fueron tenían que retirarse temprano, y a otros las copas de les pasaron demasiado rápido así que cada vez quedábamos menos, hasta que solamente estábamos los dos.
- ¡Me emborrachaste, para poder tirar conmigo!
- Eso no tiene nada de falso, pero tampoco es falso que, aunque estuvieras borracha, fuiste tú quien puso su mano en mi jodida entrepierna y quedaste los suficientemente cerca para sentir el calor de tus labios casi tocando los míos.
- ¡Mentira!
- Déjalo seguir.
- Así fue, me dijiste que amabas a tu marido, pero que pasaba demasiado tiempo fuera por su trabajo, que incluso habían ocasiones donde meses completos debía salir del país. Que una mujer tiene necesidades, que incluso estabas haciéndote habitué de los sex-shop de la ciudad, buscando consoladores e incluso pornografía – Ella explotaba en rubor, nadie la miró directamente, no pudieron ver si era vergüenza o rabia. – Eso lo pude entender, le dije que tenía que hablar contigo, que tal vez podrías negociar llevarla contigo cuando salieras por periodos prolongados, pero la verdad es que la calentura me ganó y la besé.
- … - un suspiro seguido de un sorbo de jugo. – entonces ella respondió el beso apretando fuertemente mis genitales, ella se dio cuenta rápidamente y me empujó… la vi irse el local. Pésima suerte mía, me abandonaron todos con una cuenta bastante gorda que pagar.
- Algo de justicia.
- Amor, eso no es cierto. Fue él quien empezó todo, te lo puedo jurar.
- Júralo por la vida de Daniel.

Silencio.

- Esa misma noche ni siquiera me atreví a llamarla, pero al día siguiente estaba decidido a hacerlo, tenía mi celular entre las manos pensando en cómo comenzar la conversación, pero el sonido de una llamada me interrumpió. El identificador del aparato indicaba que era ella, me puse nervioso y contesté. Me dijo que había tenido un impulso lamentable y que esperaba que nunca más volviéramos a hablar sobre eso; en efecto nunca más lo hicimos. Antes de que colgara le invité a tomar un café en la tarde para que quedara claro que solo seriamos amigos y que yo también lamentaba lo que había pasado.
- Acepté ese café porque creí en tus palabras.
- Hasta ese momento yo también creía en mis palabras, pero te volví a ver y todo volvió a lo mismo, todo el momento pensaba en cómo te verías desnuda.
- No pensaba que eras un cerdo degenerado.
- En fin, nos tomamos un café y le pregunte si la acompañaba al auto, me dijo que mejor la dejara ahí mismo y que volviera a mi casa, que nos veríamos en las reuniones del colegio.
- Y no pudiste dejarme tranquila – el marido miraba atento, casi disfrutando como dos personas pueden intentar inculparse mutuamente.
- En efecto, después de esa tarde no tenía intenciones de dejarte tranquila, quería tenerte. Una vez en mi casa fui por una cerveza para apaciguar el calor de tales pensamientos hasta que…
- ¡¿Hasta que qué?! – grito ella, soltando innumerables lágrimas – eres un mentiroso, amor no lo escuches más, por favor.
- Hasta que ella golpeó mi puerta – Continuó ante el silencio de él.
- ¿Cómo puedes inventar esas cosas? ¿A caso no tienes vergüenza?
- No me avergüenzo de esto, la verdad es que me hiciste feliz, pensé que mi matrimonio estaba acabado y que terminaría solo, pero ahí estabas tú: una mujer hermosa mostrando interés por mí.
- Más bien lástima – se apresuró ella.
- Nunca lo pude interpretar así, menos después de la pasión que tenías en la cama… Bueno, no saco nada alimentando la tensión, dejémoslo en que esa tarde fue la primera vez que estuvimos juntos y que tuvimos encuentros ocasionales después de eso.


10:02 am.

- Así que así fue como pasó – dijo el marido con voz angustiosa, su cara se había transformado en la de un viejo ojeroso, arrugado y sin alma. – ¿Tienes algo que agregar querida?
- Sólo que te amo, más que a nadie – el amante, ante esas palabras soltó una solitaria lágrima que demoró tanto en recorrer su mejilla como la respuesta que venía en camino.
- Entonces, muéstrame que me amas.
- ¿Qué quieres que haga? – él mira la pistola sobre la mesa
- Una sola cosa.
- No por favor, sabes que sería incapaz de matar a alguien.
- ¿Matarlo? No seas ridícula… desnúdate.
- ¿Qué?
- Que te desnudes.
- Viejo, creo que esto ya es suficiente – el amante interviene afligido.
- Quiero que te lo tires aquí mismo, quiero ver si en verdad me amas, quiero ver que lo desprecias, quiero ver tu cara… no podrás mentirme.
- Amor, por favor.
- Quítate la condenada bata – ella obedece, dejando caer la bata al mismo tiempo en que rompe en un llanto frenético. – ahora estimado invitado, tome a mi mujer.
- Amigo estás loco.
- Daniel puede despertar, ya es tarde… no hagas esto.
- El no va a enterarse de nada. Comiencen – la pareja, ambos cabizbajos se mantienen inmóviles. – por favor no tienen porque reprimirse – dice el marido mientras pone su mano derecha sobre el arma.
- No creo que así puedas perdonarme, por qué no buscamos otra solución…
- Ustedes empezaron esto, así que termínenlo ahora mismo – ella se acerca a su amante, le toma una mano y le obliga a ponerse de pie, él está estupefacto, ella termina de soltar el pantalón, el que cae sobre los tobillos del hombre. No lleva ropa interior y está extrañamente excitado, así lo demuestra su miembro.
- Haz lo que dice, no tenemos más que hacerlo o morir, esta enloquecido, mira sus ojos – le susurra en el oído, ella mira detenidamente a su esposo, solo para ver que los observa con la mirada perdida en algún recoveco de su propia mente.
- Esto sólo lo hago por ti, mi amor – dice ella antes de tomar a su amante entre las manos y ponerlo dentro de ella. El amante se estremece, ella también. El rostro de ambos se ruboriza, lo invade el sudor, que se entremezcla con las lágrimas y los mocos. El comienza a mover la cadera. Ambos de pie como actores frente a su público.
- Yo te amé desde que te conocí – dice el marido – continúen su puto juego, con calma que Daniel nunca más despertará y no tendrá que saber que su madre es una puta, ya me encargué de eso – ella lo mira con horror- Pero que ambos pesen con estos dos cuerpos muertos – toma la pistola, se pone de pie, mientras él sale de su esposa y ella cae de rodillas, pone el cañón brillante en su boca y cierra los ojos para siempre.

El sonido ensordecedor y la mancha roja despegando por los aires aún ocupan el pensamiento de ella, que permanece de rodillas, con la bata que su amante ha puesto sobre ella, mientras un grupo de agentes de investigaciones invade el lugar. Él, antes de cubrirla, ha llamado al teléfono de emergencias.

La Colt. 45 sólo tenía una bala… Daniel permanece en el sueño eterno, entregado por una almohada, unas cuantas horas antes.




FIN

diciembre 01, 2009

Psíquico

La verdad es que ahora tomo esto con un poco más de calma, las risotadas histéricas y la opresión en el centro de mi pecho ya han ido disminuyendo. Pero para aclarar cualquier duda explicaré todo lo que pasó:

(Suspiro)

Ayer, ayer era un buen día, me había pasado la semana estudiando para el último de mis exámenes. La presentación fue tediosa, los tutores se esmeraron en masacrarme con un bombardeo sin precedentes de preguntas. Al final logré salvar mi nota de aprobación y algunas miradas de condescendencia de algunos de los que formaron la comisión…

Pero en fin, salí de la sala con las rodillas temblando y peleando por mantenerme de pie. Como fui el último en dar el examen me encontré solo, todos habían partido por algo de comer. Sentía que debía compartir mi satisfacción con alguien, por lo que llamé a mi mejor amiga, pero no me contestó.

Despreocupado, con la vista en el cielo, me preguntaba qué podría hacer, hasta que mi celular vibró con sorpresa en el interior de mi bolsillo, al revisarlo comprobé que Analía me había enviado un mensaje para que la esperase a la salida del Hospital, donde realizaba su práctica, para almorzar en algún lugar.

De camino al Hospital compre un café y me senté en un roñoso banco de madera justo frente a la entrada del recinto, pero en la cuadra del frente, para refugiarme del sol en una diminuta sombra que proyectaba uno de los balcones de un viejo edificio rojo.

Me encontraba pensando, con la mente puesta en un tema de Bob Dylan que reproducía mi iPod, cuando vi a un hombre de un aspecto más que reprochable salir por la puerta del Hospital, la sangre me hirvió descontroladamente (ya que guardo un fuerte rechazo contra los individuos de aspecto malacatoso), así que sin pensarlo levanté mi mano en el aire, y con un ademán de disparo reproduje casi inaudiblemente un: ¡BANG!

Grande fue mi sorpresa, y la respuesta de mi corazón, cuando el hombre cayó de bruces al suelo y no volvió a ponerse de pie. La gente comenzó a reunirse en rededor a él, pero el hombre no se movía.

La histeria comenzaba a manifestarse en un amargo nudo en la garganta y saladas lágrimas que quemaban mis ojos. Estaba en medio de un descubrimiento asombroso, tenía un poder inconmensurable.

Me acerqué lo más rápido que pude, pero cruzar la calle fue algo más lento de lo que esperaba. Cuando estuve en el lugar el hombre se encontraba sobre una camilla, y un equipo del servicio de urgencias intentaba reanimarlo.

Sorprendido los seguí hasta los box de atención, me detuvieron y me hicieron esperar…

Aguardé un largo rato hasta que salió un médico y me preguntó si era familiar, a lo que respondí positivamente, con ansias de saber si mi “poder” había acabado con aquel hombre, pero el médico dijo:

- Lo siento, su tío sufrió un infarto masivo, y no pudimos hacer nada para salvarlo. Pero déjeme decirle que nada de esto hubiese pasado si no hubiese decidido abandonar la unidad de Coronario en su condición tan inestable.

En silencio di media vuelta y me retiré… Las coincidencias de la vida.

septiembre 28, 2009

Diario

¡Click!

- Coordenadas: 41°53′24.8″N 12°29′32.3″E

Diario:

Son las 06:15 am.
He despertado esta mañana en medio de una densa y espesa bruma que llega casi a tocar suelo. El olor en el ambiente es desquiciante, tanto que, por momentos, prefiero no comer nada, ya que no puedo sentir sabor y mi estómago se aprieta en un nudo sordo que estruja mis entrañas. Solo llevo unas horas en este bosque de verde desgastado, y desearía no haber dormido en su transcurso. Los bichos y alimañas (casi infernales) han dejado marcas sobre mi cuerpo, que podrían ser permanentes. Por el momento espero que ninguna haya sido lo suficientemente ponzoñosa como para envenenarme antes de cumplir la misión y poder volver a casa.

Por ahora lo mejor será mantener el silencio…


…¡Click!

06:30
Nota: Aún espero entre matorrales, posicionado estratégicamente contra la dirección del viento. Estoy ansioso, hace cinco minutos los tambores tribales y alaridos ceremoniales me han alertado de la cercanía de los bárbaros.
He decidido dejar encendido el micrófono para intentar narrar lo que se avecina, mientras llevo a cabo mi misión.



Acabo de encender un tabaco, sacando cuentas sobre el salario que recibiré por cambiar la historia... Preguntándome por qué aún mi cabeza da vueltas después del viaje, ya debería de haber pasado.

Hay pasos detrás de mí, el corazón se me aprieta violentamente contra la garganta, estoy al borde de la asfixia, giro... Cambio inmediatamente de la angustia de la asfixia por la del infarto. Los bárbaros (hombres malolientes cubiertos de pieles) se encuentran por docenas ante mí, la bruma se disipa y estúpidamente, veo los muros de roma tras de mí: estuve todo el tiempo dando la espalda al 'enemigo'.

La desesperación agolpa mis venas, saco el gatillo de mi bolsillo, el fusil de asalto se materializa en mis manos, al mismo tiempo en que lo hace mi armadura digital.

Estoy frente a frente con el ejército rudimentario que superó a los romanos... Escupo lo que queda del cigarrillo, les sonrío y disparo… Un cuarto del ejército desaparece ante el estallido de positrones que descargué... Ahora el lunático de mi jefe (en el futuro) podrá ver que hubiese pasado si Roma nunca hubiese caído...

Diario, anota la bitácora... Volvemos al futuro.

septiembre 26, 2009

Holocausto

Primero: Si alguien encuentra este puto cuaderno, que me disculpe, pero nunca tuve la costumbre de escribir y lo hago deplorablemente (aunque intente utilizar palabras rebuscadas).

Empezaré por el maldito zumbido que penetra mi oído…. Sé que no tengo ni la menor idea del cuerpo humano, pero una vez leí sobre el puto oído medio, y estoy seguro que este pito está allí mismo. Esto sólo lo explico porque tengo un mareo maricón (cómo diría la letra de uno de mis covers favoritos) y además me entran ganas de vomitar cada cierto tiempo…

Unos me dirían que tengo una resaca de la puta madre, pero la verdad es que después de todo lo que ha pasado, obviamente, tendría resaca…

Me cuesta escribir, me cuesta pensar… Aún no logro asimilar todo lo que pasó… sigo intentando ser un maldito incrédulo. Incluso ahora que pienso que pasé gran parte de mi vida (y ahora no me arrepiento) pensando en la insensatez de un holocausto. El mundo se reía y se burlaba, pero todas esas horas que pasé jugando increíbles juegos de zombies y de la segunda guerra, me han ayudado; aunque debo admitir que sí podía parecer un loco cuando hablaba de salvar al mundo, y que cuando ocurriera tendría que pasar unos días oculto y luego buscar un buen vehículo.

En fin, tengo que ordenarme…

Amigo: si lees esto sabrás que estoy muerto o en algún puto lugar sin mi diario (bitácora), así que me disculpo por segunda vez por mi ¿gramática? tan horrible.

Han pasado 9 días… tengo un hambre que acabaría con cualquier estómago, pero el miedo y la adrenalina me mantienen de pie.

Empezaré por lo que pareciera un principio. Hace once días atrás en el noticiero de mi región escuché sobre las malditas pruebas atómicas de los países “desarrollados”. No le tomé importancia, hasta que increíblemente (dos días después) mientras trabajaba, vi por la ventana el “maravilloso” estallar de las bombas de hidrógeno…

A esos hijos de puta capitalistas y los engendros comunistas no se les ocurrió nada mejor que ensayar el mismo día… debo admitir que me sentí como en un sueño, estaba rodeado de infinitos hongos atómicos, sentía el aire caliente desplazarse hasta donde estaba yo.

Pasaron unos interminables dos minutos hasta que se empezaron a disipar los hongos. Era tan increíble todo, que inconscientemente, corrí hasta la planta baja y me tiré bajo unas mesas. No alcanzó a pasar ni un minuto cuando sentí el edificio estremecerse. La explosión estaba allí mismo, sentía vidrios reventar y gente gritar. Mantuve la calma como pude, hasta que “sentí” que podía salir…

En ese momento, todo comenzó….

No tengo idea cuanto tiempo estuve bajo la enorme mesa donde me refugié, pero si sé que me quedé dormido durante un largo periodo.

Cuando salí no había nadie… mi mente insistía en que si las explosiones habían alcanzado el edificio, como para hacerlo debatirse, tendría que haber un mar de cuerpos inertes por el suelo. ¡Pero no!

No había nada. Salí del edificio, pero no había ni un solo cuerpo, a pesar de las interminables filas de automóviles en las calles.

Mi mente intentaba mantenerse inquebrantable, pero cuando empecé a escuchar gruñidos cerca de mí, me derrumbé... caí sobre mis rodillas y mi mente, casi en blanco, activó los recuerdos de los video juegos de zombies. Levanté la vista para darme cuenta de que estaba rodeado de humanos, todos con la piel en colgajos y pútridos… haciendo ruidos de ultratumba.

“Gracias a Dios” hasta ese momento aún eran lentos. ¡Dios! Eran zombies, qué mierda habían provocado las bombas, esas explosiones, no lo sé… pero eran muertos vivientes que se acercaban lentamente, rodeándome.

Recordé por un momento que estarían un tiempo en su periodo de “enlentecimiento” y me levanté… corrí como un loco esquivando cuerpos.

Increíblemente después de estos días cada vez son más rápidos… y, maldita sea, más inteligentes.




Diario… la puerta del estúpido refugio está crujiendo, y se empiezan a oír los incesantes quejidos de los no muertos………