enero 23, 2009

Antonia

La ventana de Joaquín se abrió lentamente, sin hacer ningún ruido, tal cual lo hacía cada vez que él la abría. Miró fijamente el cielo y pensó que un día así de nublado no siempre tiene que ser triste, menos si abres la ventana de tu pieza a la hora indicada para ver a Antonia salir de su casa para ir al colegio. El pequeño Joaquín pensaba que a sus cortos ocho años era imposible enamorarse de una mujer, pero ella no era solamente una mujer, ¡Oh no! Era la niña más linda que había visto y además era su vecina, así que tenía la ventaja por sobre todo aquel al que le gustase Antonia. Como el día estaba tan lindo se animó y se apresuró en salir de su casa, ató mal el nudo de su corbata, tomó su mochila, bajó las escaleras y salió corriendo por la puerta principal gritándole a su Madre que ya partía al colegio.

Una vez fuera de su casa miró en dirección al colegio y no pudo ver si Antonia aún caminaba hacia allá, esto le provocó gran amargura, ya que aparentemente esta era la única oportunidad que tenía, debido a que pensaba que el día era más que ideal para declararle su infinito amor, ese amor que lo consumía y que en realidad no sabía si era amor, no sabía con qué compararlo, pero sabía que si llegaba a poder tocar los labios de Antonia con los suyos recordaría ese día hasta que fuese muy, pero muy viejo, incluso tan viejo como su abuelo, que era la persona más vieja en el mundo.

Se apresuró en correr al colegio, el corazón le galopaba como un caballo desbocado - pero claro, él no sabía lo que era un caballo desbocado - así que, simplemente, pensó que tenía mucho miedo; pero en el fondo sabía que no era miedo, estaba ansioso, ansioso de poder decirle: ¡Te amo!, si es que en realidad era eso lo que iba a decirle. Porque desde que vio por primera vez a Antonia, había pasado meses, ensayando el discurso de declaración más perfecto en el mundo. Incluso su Madre reía cuando él le preguntaba cómo se había declarado su Padre; aún así era mejor preguntarle a su Madre, porque su Abuelo, que era la segunda persona que pasaba más tiempo en la casa, terminaba siempre durmiendo a la mitad de la historia.

Corrió tan rápido como esos deportistas que salen en la televisión en las olimpiadas, así que mientras corría buscando a Antonia aprovechó para imaginar que era uno de esos deportistas y que su medalla de oro sería el corazón de Antonia, pero inmediatamente - mientras seguía buscándola - recordó un programa que había visto, un documental, sobre la anatomía humana y pensó que tal vez no era muy buena idea tener el corazón de Antonia; así que decidió que se conformaría con tomarle su mano y acompañarla en lo que faltaba para llegar al colegio.

Cada vez que avanzaba una cuadra se desvanecían aún más sus esperanzas y pensaba que tal vez podría buscarla en el colegio; pero ahora que lo pensaba nunca la había visto ahí, de hecho se dio cuenta de que no sabía nada de ella, aparte de saber que era la niña más linda que había visto, no sabía en qué curso iba y ni siquiera cuantos años tenía, aunque por cómo se veía, debía ser como máximo un año mayor que él. Se detuvo un momento para poder tomar unas bocanadas de aire y refrescar un poco sus pensamientos para continuar, y cuando se puso en marcha nuevamente pensó que no era tan importante, porque en el colegio él tenía que hacer lo que sus Padres le decían que tenía que hacer en él, o sea: estudiar, cosa que siempre le daba pie a algún bravucón para que lo molestase. Así que cada vez que podía le preguntaba a sus Padres si podía hacer otras cosas en el colegio además de estudiar, porque sólo jugaba en las clases de educación física; a lo que ellos le respondían que algún día se los agradecería, y él sin frustrarse sólo pensaba que eran cosas de Padres, porque los Padres suelen decir esas cosas.

Sacudió su cabeza y trató de enfocarse en su búsqueda, esa búsqueda afanosa que le oprimía el pecho y que lo dejaba sin aire cada vez más seguido; así fue como al doblar en la última esquina antes del colegio escuchó la campana de entrada, y pensó que no había salido tan tarde como para estar atrasado - menos aún si había estado corriendo todo este tiempo en dirección al colegio - así que lo único que se le ocurrió es que debía ser un día muy raro o que tal vez no se había percatado del paso del tiempo porque estaba nublado; porque, como todos saben, cuando está nublado es difícil saber qué hora es. Para confirmar su sospecha sobre el día nublado miró su muñeca izquierda buscando su reloj (un reloj que le regaló su Abuelo y que se transformaba en robot) y se dio cuenta de que no lo tenía consigo, y casi de forma automática empezó a rezar para que se le hubiese quedado en su casa, al salir tan rápido, porque la tan sola idea de que se le cayera mientras corría eufórico tras Antonia convertiría este probable día más feliz de su vida en el día en que perdió su reloj favorito y no pudo declararse.

Paró en seco y empezó a caminar jadeante hacia el portón del colegio mientras miraba para todos lados por si llegaba a ver a Antonia en algún lugar; pero no fue así, aunque lo más probable era que ella ya estuviera en su sala sentada y muy cómoda, porque ella había salido antes que él y, por lo que veía, ella era una excelente corredora.

Cabizbajo atravesó la línea que dividía la vida con el colegio y saludó mucho menos alegre que lo habitual a Don Aníbal (el auxiliar de colegio más simpático del mundo). Avanzó convenciéndose a sí mismo que el día aún no terminaba, y en realidad tenía razón - sólo eran las ocho de la mañana - y además era Viernes, o sea que si todo iba bien con su declaración tenía todo el fin de semana para jugar con Antonia; porque además el lunes no tenía prueba, así que sus padres no podrían negarse a que su tan adorado hijo saliera a jugar con la hija de los vecinos. Llegó hasta el pabellón donde estaban las salas de los tercero y cuarto años básicos del colegio y subió por las escaleras directo a su sala sin saludar a ninguno de sus compañeros y se sentó en su lugar habitual junto a la ventana desde donde podía ver hacia afuera.

Pasó toda la mañana pensando en Antonia y también en el nuevo juego de video que le habían regalado sus padres por ser hasta el momento el mejor alumno de su clase - aunque para él no era nada fuera de lo común, al fin de cuentas por lo que parecía él era el único que estudiaba en esa sala de clases - y por otro lado era el único que usaba lentes, y eso siempre te hace parecer más listo, así que para él todo eso encajaba bien. Sólo había una cosa que no estaba bien y era que el día estaba demasiado nublado, eso no es común en esta ciudad; se repetía una y otra vez en silencio.

En la hora de almuerzo se dio cuenta de que no había llevado la colación que le había preparado su Madre, éste era otro motivo para pensar que el día empeoraba cada vez más, y se preguntó cómo lo hacían los guerreros medievales cuando iban a la guerra y a la hora de almuerzo se daban cuenta que no habían llevado la colación. Pero claro que no la necesitaban, eran hombres que podían matar lo que fuese y comérselo ahí mismo. Y justo cuando su mente divagaba en esas ideas se abrió la puerta del comedor y se asomó la siempre amistosa - y por lo demás arrugada - cara de Abuelo, ese tendría que ser un punto a favor en el día, es decir, su abuelo en el colegio prometía ser un espectáculo más que interesante, pero Abuelo sólo se limitó a hacerle una seña y dejarle el almuerzo en la mesa más cercana a la puerta, para luego desaparecer. Eso ya estaba que colmaba su paciencia, de verdad que era el día más raro de toda la vida. Lo único bueno de un día así de raro era que Antonia podía decirle que ella también lo amaba sin tener que buscar explicaciones raras.

Comió lentamente y sin ánimo, de hecho, no pudo disfrutar el almuerzo, aunque eran las lasañas más ricas del mundo que preparaba su madre; todo porque seguía pensando si es que podría llegar a hablar con Antonia antes de que terminara el día. Cuando terminó de comer se dirigió nuevamente a su sala muy triste, porque nada pasaba como debía pasar; ya iban a ser las tres de la tarde y eso significaba que hace siete horas que debería ser el niño más feliz en la faz de la tierra, aunque no entendía bien que significaba eso, pero lo escuchaba habitualmente en las novelas que veía su Madre en la televisión.

Se sentó lentamente en su silla y miró cómo las nubes se ponían cada vez más negras en el cielo y se desanimó, porque aunque Antonia le dijera que también lo amaba tal vez por el clima no se podrían ver durante el fin de semana.

El resto de la tarde pasó lentamente, tan lento que Joaquín casi enloquece, contaba segundo por segundo hasta que cinco minutos antes del campanazo de salida empezó a ordenar rigurosamente sus artículos de estudio, aflojó un poco el nudo de la corbata y se paró al unísono con la campana del colegio. Salió de la sala y avanzó apurando cada vez más el paso hasta el portón, donde se detuvo y permaneció por unos diez minutos viendo si aparecía Antonia; pero cuando se percató de que ya casi no quedaban niños en el colegio pensó que ella, probablemente, había salido antes que él, y con lo buena corredora que parecía ser, ya estaría muy cerca de casa.

Miró rápida y atentamente en dirección a su casa, tomó una bocanada tan grande de aire que él mismo se sorprendió de poder hacerlo y salió corriendo tan rápido que parecía que la muerte le seguía. Se preguntaba si podría correr así alguna vez de nuevo, porque de ser así podría hacer la prueba en el equipo de atletismo y muy probablemente lo dejarían competir y así podría ganar medallas para dedicárselas a Antonia.

Corrió tan rápido que el corazón se le salía por la boca, pero eso no lo detuvo, su determinación era impresionante, el amor refulgía, refulgía tan fuerte en esos ojos oscuros y sinceros que cualquiera que los hubiese mirado directamente hubiese sabido lo que es el Verdadero Amor, dio la vuelta a la última esquina y vio aparecer su casa y al frente la de Antonia; pero para su descontento ella no estaba allí, ni cerca ni lejos de su casa, recorrió mentalmente el camino por si la había adelantado en algún momento, pero estaba seguro de que no era así.

Una vez más respiró con fuerza, subió el nudo de su corbata acomodándola y avanzó decidido hacia la casa de Antonia. Cada paso resonada con sus latidos y se hacían eternos, hasta podía escuchar a su corazón latiendo muy fuerte, así que siguió avanzando con la mirada fija en la puerta de la casa de Antonia; abrió la pequeña cerca blanca del antejardín de la casa y siguió avanzando con esa determinación que él mismo consideraba inusual - pero como el día era tan raro decidió darle rienda suelta a todo eso - así que se plantó en seco frente a la puerta, aguantó la respiración y tocó el timbre, y mientras sacaba el dedo de éste sintió como el miedo se apoderaba de él y como todo se volvía extraordinariamente silencioso.

Esperó alrededor de un minuto, pero parecieron siglos (sabía lo que era un siglo porque lo había visto hace poco en una clase en el colegio) así que siguió esperando hasta que abrió la puerta una mujer de aspecto demacrado, que parecía muy vieja; Joaquín inmediatamente pensó que podría ser la madre de Antonia y que se veía mal porque había pasado un mal día, tal como él, así que pensó que él también debía de verse así o tal vez peor.

Tragó el trago más amargo y angustiante de toda su vida y preguntó a aquella mujer si Antonia se encontraba en casa, al instante la mujer rompió en llanto y le dijo que Antonia llevaba más de un año muerta. La cara de Joaquín se desfiguró, abrió los ojos tan grandes que le dolieron y apretó sus manos mientras una lágrima recorría su mejilla, la misma mejilla que tocaba la primera gota de lluvia del día y que justamente caía sobre Joaquín.

Joaquín, ahora con 32 años, despertó sobresaltado, agobiado y espantado; abrió los ojos llenos de lágrimas y vio a su lado a Antonia, la madre de su querida hija, y la abrazó fuertemente. Ella
despertó y lo beso suavemente recordando aquel día cuando conoció a Joaquín camino al colegio, cuando tan solo tenían ocho años.

3 comentarios:

...Isa... dijo...

Uta habia escrito mucho recieeennn
y se borro todo todooooooooooooooooooooooooooooooo
odio cuando pasa eso.... eeeen fin
mi opinion era la siguiente,

el final rarooooooo, experimente una serie de sentimientos y emociones!! y lo mas freak es que fue en poco poquisimo tiempo...
onsa angustia, pena, luego alivio y alegria y despues
PLOPPPP OMG!!!! jajajajaja ese no es una emocion pero bueno


amigo mio te pedire que algun dia hagas una historia con mi persona, jajaj y dejaremos correr tu imaginacion XD sera tu desafio!!!!!

te quero mil millones de granitos de arena... jajaa besitos y felicitaciones por ser un exelente escritor :)

Sagara dijo...

Y qué decir...

Sabes que el cuento me sacó lágrimas cuando lo leí, apenas lo escribiste, y este fue el cuento que me corroboró que la chispa que veía en tus relatos es un talent estable, que merecía ser explotado

Miles de besos y miles de ánimos, mi Miroslav escritor

TAMTAM

Juan Carlos Paz dijo...

Que hermosa historia!
Quien pensaría que era un sueño, aunque lo del dia raro y las cosas raras te daban una buena pista de que algo raro iba a pasar (si alguien entiende lo que dije que me lo explique porfa xD)

Juanin sigue asi difundiendo tu arte!
ya llevo dos historias leidas, pero tranqui, que las leere todas.

Un saludo viejo!

Juanca