enero 28, 2009

El Bar

El humo de cigarrillo flotaba a sus anchas por todo el lugar, las luces tan bajas que en cada mesa era necesario tener velas, por lo que a cada mesa la adornaba una gran porción de cera en su centro, la cual adoptaba distintas formas con el paso de la noche debido al calor que se concentraba cada día en el lugar.

El bar estaba repleto, cada mesa de cuatro sillas no dejaba más invitados para el lugar, en la barra del bar un solitario hombre delgado limpiaba los vasos y copas con un paño, mientras que otro hombre – más robusto que el anterior – se paseaba por todo el local llenando sendas copas de vino que cada sujeto tenía frente a si.

La puerta del bar se abrió y entró Fabián, provocando que las miradas de los mozos se depositaran sobre él. La música era lúgubre para un fin de semana, por éste motivo Fabián había pedido poder tocar en el bar por la noche para así ganar algo de dinero extra, ya que sabía que éste era el único lugar donde podrían apreciar su expresión del arte – no en muchos lugares disfrutan de un joven saxofonista - así que avanzó hacia la barra, se sentó y pidió un whisky doble sin hielo, el barman sin ni siquiera mirarlo le sirvió y dejó el vaso junto a la mano de Fabián.

Miró el vaso transpirar y lo tomó de forma firme para que no se resbalara de su mano, olió el exquisito trago y lo bebió sin detenerse hasta la última gota. Al terminar golpeó el vaso contra la barra y acto seguido el barman silenció el disco que hacía sonar la vieja vitrola.

Fabián lo miró y asintió con la cabeza, tomó el maletín que delataba la forma del saxofón y se dirigió al pequeño escenario en el fondo del bar, subió el par de escalones y miró al público, aunque no pudo ver nada definido por el denso humo de cigarrillo y por la escasa luz del lugar.

Se agachó para depositar su maletín y lo abrió, retirando de su interior un antiguo saxofón. Lo tomó entre sus brazos, cerró sus ojos y recitó una pequeña oración. Se levantó lentamente, cruzó la correa del saxofón tras su cuello, miró la hora y tocó la primera nota de la noche.

La música inundó el lugar haciendo notar al público las aptitudes de Fabián, que parecía estar ensimismado en su trabajo. No se detuvo por ningún momento, tocó como pocas veces lo había hecho e incluso mejor.

Mientras terminaba su actuación las lágrimas recorrieron su rostro por la alegría y emoción de haber hecho todo de forma magistral. Tocó la última nota, dejó caer el saxofón que se agarró firme de la correa que abrazaba su cuello y se enjugó los ojos.

Cuando volvió a mirar al frente solo escuchaba los aplausos de dos personas, trató de acostumbrar su vista a la oscuridad y observó estremecido como le aplaudían solo los mozos y que en el resto de las mesas solo había maniquíes.

1 comentarios:

Sagara dijo...

La descripción era tan buena, que nunca me iría a meter a ese bar por insalubre!!!

jejeje, hablando en serio, creo que cada vez te superas; cuando creo que ya no hay nada que mejorar, sales con un nuevo cuento genial y sorprendente. La chispa de creatividad, talento y técnica no te la quita nadie

un abrazo gigante mi niño, este proyecto sale sí o sí