La pequeña campana que colgaba junto a la entrada de la tienda tintineó cuando la puerta se abrió, dejando correr las ráfagas de viento dentro de la tienda , permitiendo el paso a una joven mujer que entraba lentamente mientras dejaba con exagerada gracia que la puerta se cerrase detrás de ella.
Se despojó del enorme gorro de la chaqueta que le cubría la cabeza y meneó su cabello para intentar ordenarlo y sacar el resto de nieve que la cubría. Se acercó al mostrador, mientras (evidentemente) buscaba algo.
La tienda era conocida por ser visitada de forma muy esporádica y porque en el pueblo se decía que la dueña era una bruja.
Cuando la joven estuvo junto al mostrador, desde la habitación que estaba detrás de ésta – cuya puerta estaba adornada con tiras de cuero que caían hasta el suelo – salió una mujer extremadamente anciana, pero aún así increíblemente hermosa. La joven la miró e inmediatamente pensó que era imposible que una viejita tan linda fuese una bruja y también pensó que en su juventud debió de haber sido la mujer más bella de la zona.
- ¿Qué es lo que buscas, jovencita? - Preguntó la anciana de la forma más cortés que alguna vez habría escuchado la joven.
- En realidad, sólo busco algún té que me ayude con el frío que hay en esta región – Declaró inocente la muchacha.
- Mmmm… creo tener lo que necesitas, ¿Podrías decirme cómo te llamas?
- Celeste – Respondió sin comprender la pregunta.
- Bueno Celeste, aquí tengo justo lo que necesitas – Comentó la anciana mientras sacaba una pequeña cajita de madera desde la parte más baja del mostrador. – Si quieres puedo servirte una tacita ahora mismo para que puedas sacar el frío de tu cuerpo.
- Se lo agradecería mucho, ¿Cuánto le debo? – Preguntó sorprendida, Celeste no era capaz de entender cómo podían decir que una mujer tan dulce podría ser una bruja.
La mujer volvió a la habitación de la que había salido anteriormente y se demoró un instante mientras le decía a Celeste, prácticamente gritando, que estaba hirviendo un poco de agua para su té.
Sin mucha demora la señora volvió a la habitación donde se encontraba Celeste; que miraba entretenida las diversas y extrañas cosas que colgaban por toda la tienda, Celeste se acercó sonriente al mostrador mientras la señora le servía una taza de té.
- ¿Cómo es que se llama usted? – Preguntó Celeste mientras sostenía su sonrisa, lo que la hacía ver realmente preciosa y tierna.
- Aunque no lo creas también me llamo Celeste… Bueno… Y me debes cinco mil pesos querida - Expuso sonriente la anciana.
La muchacha tomó la taza que le ofrecían tan gentilmente y sopló en su interior para enfría el elixir y evitar que le quemara la boca; era tan dulce y tan suave el fluido que no pudo evitar zamparse hasta la última gota de un solo trago, echando su cabeza hacia atrás, mientras escuchaba que la anciana le decía – Hace más de quinientos años que vendo este té y siempre se lo toman así – Al volver la cabeza a su posición habitual Celeste miró con sus ojos extremadamente abiertos , demostrando su terror, a la anciana que le sonreía enseñándole su quijada sin dientes y encías pútridas, mientras sentía como se desvanecía y perdía el conocimiento.
Cuando despertó vio como que se miraba al espejo, pero no era ni su cuerpo ni su cara. Al instante escuchó una voz - tan dulce que llegaba a ser realmente terrible - que le decía: “No te preocupes Celeste, hazle compañía a esas pobres almas que desde ahora serán tus únicas amigas”.
Se despojó del enorme gorro de la chaqueta que le cubría la cabeza y meneó su cabello para intentar ordenarlo y sacar el resto de nieve que la cubría. Se acercó al mostrador, mientras (evidentemente) buscaba algo.
La tienda era conocida por ser visitada de forma muy esporádica y porque en el pueblo se decía que la dueña era una bruja.
Cuando la joven estuvo junto al mostrador, desde la habitación que estaba detrás de ésta – cuya puerta estaba adornada con tiras de cuero que caían hasta el suelo – salió una mujer extremadamente anciana, pero aún así increíblemente hermosa. La joven la miró e inmediatamente pensó que era imposible que una viejita tan linda fuese una bruja y también pensó que en su juventud debió de haber sido la mujer más bella de la zona.
- ¿Qué es lo que buscas, jovencita? - Preguntó la anciana de la forma más cortés que alguna vez habría escuchado la joven.
- En realidad, sólo busco algún té que me ayude con el frío que hay en esta región – Declaró inocente la muchacha.
- Mmmm… creo tener lo que necesitas, ¿Podrías decirme cómo te llamas?
- Celeste – Respondió sin comprender la pregunta.
- Bueno Celeste, aquí tengo justo lo que necesitas – Comentó la anciana mientras sacaba una pequeña cajita de madera desde la parte más baja del mostrador. – Si quieres puedo servirte una tacita ahora mismo para que puedas sacar el frío de tu cuerpo.
- Se lo agradecería mucho, ¿Cuánto le debo? – Preguntó sorprendida, Celeste no era capaz de entender cómo podían decir que una mujer tan dulce podría ser una bruja.
La mujer volvió a la habitación de la que había salido anteriormente y se demoró un instante mientras le decía a Celeste, prácticamente gritando, que estaba hirviendo un poco de agua para su té.
Sin mucha demora la señora volvió a la habitación donde se encontraba Celeste; que miraba entretenida las diversas y extrañas cosas que colgaban por toda la tienda, Celeste se acercó sonriente al mostrador mientras la señora le servía una taza de té.
- ¿Cómo es que se llama usted? – Preguntó Celeste mientras sostenía su sonrisa, lo que la hacía ver realmente preciosa y tierna.
- Aunque no lo creas también me llamo Celeste… Bueno… Y me debes cinco mil pesos querida - Expuso sonriente la anciana.
La muchacha tomó la taza que le ofrecían tan gentilmente y sopló en su interior para enfría el elixir y evitar que le quemara la boca; era tan dulce y tan suave el fluido que no pudo evitar zamparse hasta la última gota de un solo trago, echando su cabeza hacia atrás, mientras escuchaba que la anciana le decía – Hace más de quinientos años que vendo este té y siempre se lo toman así – Al volver la cabeza a su posición habitual Celeste miró con sus ojos extremadamente abiertos , demostrando su terror, a la anciana que le sonreía enseñándole su quijada sin dientes y encías pútridas, mientras sentía como se desvanecía y perdía el conocimiento.
Cuando despertó vio como que se miraba al espejo, pero no era ni su cuerpo ni su cara. Al instante escuchó una voz - tan dulce que llegaba a ser realmente terrible - que le decía: “No te preocupes Celeste, hazle compañía a esas pobres almas que desde ahora serán tus únicas amigas”.
1 comentarios:
genial genial genial!!
me alegra que - aún siguiendo el mismo estilo de narración - los cuentos sigan siendo frescos, novedosos y (sobretodo) sorprendentes. Me alegra mucho que no pierdas la chispa de creatividad y talento que tienes
por otro lado también me alegra que seas tan poductivo y prolífero!!
mis felicitaciones! A este ritmo el libro va a publicarse en menos tiempo del que esperamos :D
Muy bien narrado, muy bien redactado y muy bien editado!! jijiji
TAMTAM
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