- Creo que nos hemos perdido, mi estimada - Murmuró Alfredo, sentado cómodamente en su mecedora.
- ¿Qué quieres decir? Aún estamos en tu habitación, Alfredo, y por lo que recuerdo no iremos a ningún lugar el día de hoy - Afirmó Elizabeth.
- Es que no entiendes, estamos perdidos, ¿Acaso no escuchas?.
- ¿Escuchar qué, querido?
- Esos susurros en los rincones de la casa, están por todos lados.
- ¿Sabes? Creo que para ser un hombre tan joven y lozano, estás más que senil, jajaja - Proclamó Elizabeth entre risotadas.
- No te rías, podrías enfadar a lo que sea que está en los rincones.
- No se tú, pero dudo mucho que las arañas de esta casa se enfaden por mis comentarios.
- Las arañas me tienen sin cuidado, pero los que susurran han hablado de tí y creo que no les agradas para nada, debe ser esa maldita risa que tienes.
- ¡Siempre tan caballero! ¡¿No?! - Exclamó furiosa, mientras avanzaba rápidamente hacia la puerta de la habitación con la mirada fija en los ojos de Alfredo. - Antes de ir por la cena, porque ya se está haciendo muy tarde, ¿De verdad crees que algo susurra en los rincones?.
Alfredo no respondió la interrogante, en cambio tenía su vista perdida en un rincón, tras el gran ropero de la habitación, y la boca abierta hasta desencajar la mandíbula. Elizabeth furiosa se acercó y - entre llantos y gritos de horror - apreció la expresión de la muerte en el rostro de Alfredo, mientras que desde el rincón empezaba a oír susurros que le enfriaron la sangre. Lentamente giró y con sus ojos llenos de lágrimas vio como desde atrás del ropero aparecía un pequeño niño lleno de magulladuras y con las cuencas de sus ojos vacías.
- ¿Qué quieres decir? Aún estamos en tu habitación, Alfredo, y por lo que recuerdo no iremos a ningún lugar el día de hoy - Afirmó Elizabeth.
- Es que no entiendes, estamos perdidos, ¿Acaso no escuchas?.
- ¿Escuchar qué, querido?
- Esos susurros en los rincones de la casa, están por todos lados.
- ¿Sabes? Creo que para ser un hombre tan joven y lozano, estás más que senil, jajaja - Proclamó Elizabeth entre risotadas.
- No te rías, podrías enfadar a lo que sea que está en los rincones.
- No se tú, pero dudo mucho que las arañas de esta casa se enfaden por mis comentarios.
- Las arañas me tienen sin cuidado, pero los que susurran han hablado de tí y creo que no les agradas para nada, debe ser esa maldita risa que tienes.
- ¡Siempre tan caballero! ¡¿No?! - Exclamó furiosa, mientras avanzaba rápidamente hacia la puerta de la habitación con la mirada fija en los ojos de Alfredo. - Antes de ir por la cena, porque ya se está haciendo muy tarde, ¿De verdad crees que algo susurra en los rincones?.
Alfredo no respondió la interrogante, en cambio tenía su vista perdida en un rincón, tras el gran ropero de la habitación, y la boca abierta hasta desencajar la mandíbula. Elizabeth furiosa se acercó y - entre llantos y gritos de horror - apreció la expresión de la muerte en el rostro de Alfredo, mientras que desde el rincón empezaba a oír susurros que le enfriaron la sangre. Lentamente giró y con sus ojos llenos de lágrimas vio como desde atrás del ropero aparecía un pequeño niño lleno de magulladuras y con las cuencas de sus ojos vacías.
2 comentarios:
Simplemente genial!!
Me encanta la versatilidad que tienes al momento de escribir, cada cuento es un mundo y un mundo diferente a los demás. Lo cual es muy bueno (ya hemos hablado sobre lo escasa que está la creatividad en estos tiempos)
Otro excelente escrito, muy bien editado =)
TAMTAM
cuencas de los ojos vacias!
OMG en que estabas pensando cuando escribias :)
bueno en todo caso tu siempre has sido medio oscuro para tus cosas...
eemm algunas jajajjaja
amigo lo reitero adoro que escribas :)
TQM
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