febrero 27, 2009

En los Andes

Hay quienes dicen que la magia no existe… por otro lado hay quienes afirman que la magia sí existe. Los primeros, por ende, no creen en las historias de brujos, fantasía o inclusive en sus leyendas locales. Muy por el contrario, los que se atreven a afirmar la existencia de la magia, dicen que la magia sólo existe para los que creen en ella, y los que enajenan su mente de éste tema sufrirán frente a cualquier persona que en su cuna haya sido arrullada por las artes que desafían nuestra lógica.

Esta noche estoy sentada frente a mi – habitual – enorme plato de comida: un perol repleto de distintas carnes (todas fresquísimas y tiernas), y acompañada de una copa amiga que contiene - y no deja escapar – al exquisito brebaje, exceptuando cuando acerco mis labios al canto de vidrio de la vieja copa.

Sentada sobre una humilde silla, armada sólo con viejas ramas y un paño como asiento, miro cómo las sombras juegan en las paredes y me hacen compañía, gracias al delicioso fuego de la chimenea, que me proporciona el gustoso olor del ahumado.

Cómo puede ver, señor mío, mi hogar no es más que una choza, y tal vez por eso mismo aquí piensan que soy una bruja. Pero ese tema sólo lo tocaré mucho más adelante, o quizás no tanto. Sé muy bien que la gente no llega hasta tan lejos, por lo que debo suponer que usted se ha perdido o tal vez ha escuchado sobre la vieja bruja que vive en la cordillera y ha decidido venir para saber si lo que ha oído es verdad y así contar su historia; tal cuál le cuento la mía en este momento. Lamento decepcionar sus expectativas pero, cómo ve, no soy tan vieja como podrían decir en el pueblo.

Usted me parece un buen hombre, ¿Qué le parece si le sirvo un plato de carnes tibias?

Bueno, ahora que no sólo yo estoy comiendo, esto podría ser más ameno. Cómo le decía, la magia es un tema complicado de tratar, incluso podría decirle que las sombras que danzan dentro de la casa no son producto de la luz de mi – magnifica – chimenea, sino que son almas de pequeños niños, que alguna vez jugaron en las calles del pueblo – quienes bailan para entretenerme -. Es usted quien decide eso; es usted quien decide creer, señor mío.

Insisto en que es usted quien juzgará todo esto; desde mi aspecto hasta mi propia casa, esta choza antigua, donde deberían de colgar los interiores de animales o quizás incluso piel humana. Pero cómo usted puede apreciar, señor mío, aquí el único decorativo es la madera vieja y seca, que me protege del frío de la cordillera. Inclusive usted puede apreciar en aquel rincón una vieja radio de transistores, con la que en ocasiones me divierto escuchando los temas contemporáneos, como los de antaño, y acompaño a las sombras en sus estrambóticos bailes.

Pero bueno, creo que hablarle de lo cotidiana que es mi vida - desde que me levanto de mi cama de paja, hasta que vuelvo a acostarme en ella - no es precisamente lo que usted quiere escuchar.

¿Le han gustado las carnes?

¡Me alegro tanto! Hoy mismo he traído estas carnes del pueblo, al igual que el exquisito brebaje que descansa en nuestras copas. Así es que fue toda una fortuna que llegase hoy, si no, hubiese tenido que ofrecerle tan solo algo de las carnes secas que están colgadas en la habitación de al lado y tal vez un vaso de agua.

Bueno, bueno… ahora vamos con mi historia, se está haciendo algo tarde y supongo que demorarlo más sería bastante inoportuno para usted y los acompañantes que seguramente habrá dejado atrás, en el pueblo.

Yo nací en la pequeña localidad donde usted dejó a sus compañeros, pero no le diré cuando fue eso, usted sabe que para una dama es inapropiado revelar su edad. Pero bueno, nací en una casita muy modesta, de adobe y techo de paja. Cuando nací, mis padres me bautizaron bajo el nombre Némesis; por lo que creo que debieron de ser muy creyentes en la palabra del creador. Mi infancia no es algo extraordinario, por lo menos en mis primeros años, donde – como buena lactante y luego infanta – sólo jugaba con los juguetes que mi padre me construía o con las muñecas que mi madre me tejía, sólo jugaba y era el motivo de felicidad para mis abuelos y para mis padres.

Un mal día enfermé, dicen que tan solo tenía cinco años, así que comprenderá cuando le digo que no recuerdo nada de eso y que tampoco quiero hacerlo. Mi abuelo comentó que la fiebre me atacó sin previo aviso y con la furia de cientos de jaurías rabiosas. Pasé siete días en cama, nadando en alucinaciones y sufriendo espasmos que dejaban mi espalda cuan arco para cazar.

Ya en la séptima noche mi madre – junto a mi padre – salieron en busca de yerbas medicinales que pudiesen ser útiles o que al menos pudiesen librarme en algo de la fiebre que me aquejaba, así que bajaron a los huertos del pueblo.

Mi abuela, en vista de que estaba sola cuidándome, en compañía de mi abuelo claro, decidió salir; salir a quién sabe dónde, así que me envolvió como pudo y me dejó al cuidado del olvidadizo de mi abuelo. Mi abuela, ya en sus últimos años, subió desde el pueblo al valle, que usted debió ver cuando venía, que está a unos cuantos metros.

Dicen que allí sí vivía una auténtica bruja, aunque otros dicen que era más bien una curandera. Yo no sé qué es lo que es – porque creo que aún vive – pero esa noche mi abuela no volvió. Pero los que viven en las casas cercanas al valle dicen que oyeron un grito; un grito que representaba el verdadero dolor del alma, un grito que enfrió la sangre de los oyentes y que se llevó los débiles corazones de los más viejos que alcanzaron a escucharlo. Como le digo, yo no sé qué pasó, y creo que nunca lo sabré, pero después del grito, un trueno secundó el estremecedor alarido, y la lluvia se dejó caer sobre el pueblo.

Mi abuelo, que aún estaba solo en la casa, salió - conmigo en brazos – y me destapó completamente, dejando mi piel de bebe al descubierto, produciendo que la lluvia se apoderará de cada centímetro de piel. Creo, que en ése momento llegaron mis padres y corrieron a quitarme de los brazos de mi abuelo. El hombre viejo luchó y logró tenerme unos minutos más bajo la lluvia.

Cuando me robaron de los brazos cansados de mi abuelo, que dicen que lloraba – pero no lo sabremos porque la lluvia se confunde con las lágrimas -, me dejaron nuevamente en la habitación y vieron cómo la fiebre – más fuerte que nunca – arremetió nuevamente contra mi maltratado cuerpo de bebe.

Al día siguiente mis padres se sorprendieron con mi mejora – casi milagrosa – y mi madre rompió en llanto. Mi cansado padre también lo sabía.

¿Qué es lo que sabían dice usted?

Bueno, sabían que mi abuela no volvería nunca más, y que era por ella que yo aún vivía. Pero ya que usted pregunta, y que por la fecha debe de haber visto, en el pueblo existe un hermoso y colorido carnaval. Mi madre lloraba – y mi padre aguantaba el llanto – porque mi abuela había hecho un pacto, ¡Un pacto! Durante los siguientes días el carnaval debía de empezar, pero en aquellos tiempos no era como ahora.

En aquellos tiempos no existían hombres ni mujeres disfrazados. Los que bajaban de la cordillera eran reales monstruos, no como los que vio usted en el pueblo. Hoy en día los reales ya no vienen porque, según dicen, ya han dejado a su sucesor entre nosotros.

Como le digo, cuando empezara el carnaval ellos bajarían de los cerros y mis padres debían de presentarme ante ellos, ya que lo que había hecho mi abuela era darme un par de días más hasta la llegada de ellos; y ellos, llegarían.

¿Para qué vendrían quiere usted saber?

Vendrían para saber si de verdad podían dejarme seguir viviendo y, si decidían hacerlo, debía de irme con ellos. Por lo que usted comprenderá que mis angustiados padres estaban atrapados; era la muerte o los Achaches lo que me llevaría.

¿Qué es un Achache? Señor mío, antes de haber venido tendría que haber leído sobre aquella leyenda. Pero para hacérselo más fácil: son horribles monstruos de tez blanca y ojos tan oscuros que parecieran no tenerlos, que roban niños y se los comen. Eso es la versión más corta que puedo entregarle.

Qué bueno que le causara malestar, porque es horrible.

En fin, continúo… faltaban dos días para el comienzo del carnaval y mis padres no podían domar ni sus latidos ni sus lágrimas.

El día en que comenzaron a sonar los bombos y los cánticos en el centro del pueblo, mi padre cerró como pudo la casa y apagó todas las velas; entienda usted, señor mío, que en aquellos tiempos esto comenzaba a media noche.

El ruido en el pueblo era estremecedor, los gritos de la gente que bailaba y que huía de los monstruos eran ensordecedores.

Cómo usted puede imaginarse, la muchedumbre llegó finalmente a la casa. Una voz aguda – que estremeció a mi padre – llamó a la puerta mientras la golpeaba con tal fuerza que parecía que echaría abajo la casa completa.

Mis padres estaban ocultos en la habitación más alejada de la entrada, sumergidos en tinieblas y controlando hasta su respiración.

La música y la bulla parecieron alejarse abruptamente hasta que todo quedó en silencio. Mis padres mantuvieron el silencio durante unos minutos, hasta que unos pasos inundaron la habitación.

Mi padre encendió una vela y vio a un hombre delgado, de tez blanquísima, cuencas aparentemente vacías, espalda encorvada, con espigas – llenas de espinas – en sus manos y con un horrible sombrero de paño y puntiagudo. Éste hombre estaba parado junto a una mujer igual a él, pero sus ojos si podían verse al observarla bien y su sonrisa no poseía ningún diente.

Ambos estaban vestidos con harapos que parecían ancestrales, se acercaron a mis padres y el hombre acarició mi rostro – mientras yo rompía en sollozos -.

Mis padres parpadearon al mismo tiempo y, cuando volvieron a mirar en la habitación, las bestias se habían ido dejándonos sólo a los tres abrazados. Cuando mi padre se atrevió a salir de la pieza, encontró en medio del patio a mi abuelo tendido boca abajo sin vida, es todo lo que puedo contar, ya que mi padre nunca me detalló las condiciones en las que lo encontró.

Pasaron años, señor mío, y yo estuve bien, incluso nunca más volví a enfermar.

Ésa es la historia de mi vida, no puedo darle detalles de lo que pasó después de eso, porque ni yo lo puedo entender bien todavía. Pero sí puedo decirle que dicen que soy una bruja por lo que le conté, que es lo que la mayoría de la gente del pueblo sabe.

¿Quiere saber por qué digo que mi abuelo contó esto si ahora le digo que él murió aquel día?

Bueno, eso es simple: él me visita muy a menudo y conversamos de cómo le va por el otro lado. Pero no se asuste, no se asuste, señor mío.

Ahora usted quería saber si soy una bruja, y para eso debe entender qué es lo que es la verdadera magia, y la verdadera magia es horrible. Mire, mire este sombrero.


La mujer puso sobre su cabeza un sombrero que el joven viajero no logró adivinar de adonde lo había sacado y vio horrorizado como los dientes de la mujer empezaron a caer uno a uno y su piel se volvía blanca como el papel, e incluso sus ojos empezaban a apagarse hasta casi desaparecer.


Bien, ahora creo que lo puede entender, pero no sé si lo pueda creer, pero ahora sabe porque los niños desaparecen del pueblo. Soy la Némesis de la creación, el castigo a los impíos, y los castigo quitándoles sus preciadas criaturas; y me las como, a veces acompañadas de viajeros como usted.

¿Qué tal la carne? JAJAJAJAJA

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Inspirado en mis raíces, dedicado a mis ancestros… adaptado de sus leyendas

2 comentarios:

Sagara dijo...

Comentaaaaaario!!! Listo o no, acá va

1.- Me dijiste que era un cuento algo "extraño", ciertamente. Partir un cuento con un mini debate sobre la magia y sus creyentes y no creyentes no es algo que haya visto antes (ni en tus trabajo ni en trabajos de otra gente) y me sorprendió gratamente. Por otra parte, contar el cuento como un diálogo de una sola parte fue un buen sacón de onda, le agrega misterio y nerviosismo al asunto la imposibilidad de conocer al otro participante de la historia. Genial forma de contar una cuento.

2.- El detalle de las carnes: simplemente genial, tan bien descrito que me dieron ganas de comerme un perol de carne... hasta que llegaste al final del cuento, detalle horrible (me recordó a tomates verdes fritos, una de mis pelis favoritas)

3.- Como siempre, tus descripciones son geniales, con pocos elementos logras describir todo el ambiente y darle trasfondo a lo que describes. Con la simple descripción de la silla ya era muy fácil imaginarse toda la destartalada cabaña de la bruja andina

4.- Eres un maestro del suspenso!! Los detalles como el "no soy tan vieja" y la descripción de las sombras como almas de niño, llenan de suspenso la historia y ponen los pelos de punta al lector, obligándolo a preguntarse: qué quiero creer yo? Simplemente: excelente. A lo cual ayuda el hecho de que - de repente - pareciera que la bruja habla con uno como lector

5.- Genial detalle la descripción que hizo la bruja sobre cómo consiguió la carne y el brebaje, sin mentir en ningún momento y uno - como confiado lector - ni siquiera se sospecha lo que ocultan las palabras de la bruja, aunque todas las pistas estaban dadas. Creo que te ha hecho muy bien el escribir una novela policial, ha mejorado tu capacidad de dar pistas encubiertas. Felicitaciones!

6.- Muy buen hilo argumental, la historia del sacrificio de ambos abuelos, muy bien detallada, muy bien contada. Uno se encariñaba con todos los personajes, y se inquietaba al pensar en cuál sería el trato ofrecido. Muy buena adaptación de la leyenda de los Achaches.

7.- El final: inmejorable. Estaban todas las pistas allí y no fui capaz de verlas hasta el párrafo final (y eso que soy una experimentada lectora de novelas policiales!!) Fuiste capaz de sorprender dando información, y eso es lo más dificil de hacer. Te felicito demasiado por eso

8.- Estoy orgullosa de tí, has mejorado demasiado y con cada nuevo escrito se nota más el inagotable alento que tienes. Te adoro y estoy muy orgullosa de trabajar junto a tí

TAM

Anónimo dijo...

Juanquis.... yo conozco la leyenda, historia, cuento ... lo que sea de los achaches, y me parece que lo que relatas es como es... es decir, como es la verdadera historia de ellos (de los achaches).. etc etc etc, bueno.... lo encontre la =)(/&%$#, yo fui uno de los viajeros y quede pa la corneta,m pero no me pasó mucho porque eran amigos mios (y no es chiste),... en fin
Me despido..
Ok
Ahi te ves
(TERRIBLE POLLO)