abril 26, 2009

Carrera a muerte

Corría enajenado - tan rápido como le era posible - los músculos parecían transpirar ácido, los muslos le quemaban y el corazón bombeaba con fuerza descomunal.

La velocidad era tal que el viento contra su rostro lograba llevarse con él las sendas gotas de sudor, impidiendo que alcanzaran a recorrer completamente la frente. Sin detenerse, ni amainar el ritmo, miraba reiteradas veces por sobre su hombro para verificar si su perseguidor (quien lo seguía cuan vil parca) aún le pisaba los talones.

Aquel que corría furibundo tras de Matías, como si intentase matarlo, casi se desmaya cuando él cruzó la meta y cortó con su cuerpo la cinta roja del final del camino.

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