mayo 25, 2009

Incompatibilidades

Comenzaba a atardecer. El crepúsculo, hermoso e inquietante, se apoderaba del cielo, dejando sólo tonalidades melancólicas para observar, a pesar de que los altos edificios del centro de la ciudad casi no dejan vista hacia el inconmensurable cielo.

Antonella, vestida con su habitual abrigo burdeos, caminaba con la mirada fija en el suelo y con sus manos sumergidas en los bolsillos del abrigo. Avanzó entre la muchedumbre típica del centro de la ciudad, de forma grácil, casi sin ser percibida por el resto de los peatones, aún cuando Antonella podía ser una de las tres mujeres más hermosas en el mundo.

Se detuvo frente a un restaurant para mirar por la enorme ventana que dejaba ver hacia el interior. Escudriñó por unos instantes hasta encontrar, sentado casi en el centro del salón, al hombre que aguardaba esperándola.

Entró en el lugar con su penetrante mirada fija en la del hombre que la esperaba y se sentó frente a él.

- Buenas noches, Franco – saludó con el tono de voz increíblemente frío.
- ¿Cómo estás, Antonella – respondió él amablemente, incluso mostrando algo de calidez.
- A lo que nos atañe – apresuró – Un vaso de vino – pidió al mesero que se acercaba antes de que este pudiera preguntar si quiera qué deseaban.
- Yo estoy bien, gracias – intervino Franco desconcertando al muchacho, quien se retiró sin poder decir palabra.
- ¿Entonces?
- Antonella, debes controlar a ese hijo tuyo.
- Franco, no seas impertinente, sabes muy bien que la que mueve las caderas aquí es tu hijita.
- No hables así de ella… Ambos estamos aquí para llegar a un trato, tú sabes que entre nuestras familias no hay cabida para romances insulsos.
- Entonces ese es el trato, yo me preocuparé de Robert y tú de la libertina esa.
- Última advertencia Ant, no respondo a otra provocación.
- ¡Sólo aleja a esa perra de mi hijo! ¡Una loba nunca manchará la sangre de mi familia!
- ¡Eso es todo, vampira estúpida!

Franco destruyó completamente la mesa al golpearla con un enorme zarpazo, mientras ella le ofrecía de forma intimidante una muestra de sus enormes colmillos. El mesero anonadado dejaba caer la copa de la bandeja, justo en medio de una batalla milenaria.

2 comentarios:

Sagara dijo...

Como siempre, muy buenas descripciones. Me encantan las palabras que usas para detallar las introducciones, muy poéticas siempre.

Muy buenos diálogos, al final uno queda con la boca abierta, es un relato muy sorprendente sobre un tema que nos gusta ;)

A todo esto... tenemos que revisar "los descubrimientos de H. Hatcher"!!!

Muy buen relato, me alegra que no pierdas la mano ;) ya casi no hubo correcciones de redacción ni gramática, cero de ortografía. Aprendes rapido y bien, eres un genio y te amo!!! (esa fue la parte poco objetiva de la opinión ;) )

lov yu!!!

Kinetic dijo...

gracias amor.... me gusta mxo q me apoyes tanto...

gracias again... we all made of stars!