junio 15, 2009

Catedral

Las negras pupilas fijaban la mirada sin contraerse ni dilatarse, el entrecejo fruncido, pero sin signos evidentes de tensión, la frente completamente marcada por el paso del tiempo, al igual que las mejillas y partes de su cuello. Incluso parecía que pequeñas grietas se apoderaban de los contornos de su cara. El pelo – rebelde – desenmarañaba incertidumbre en el rostro, contrarrestada por una suculenta sonrisa que – algo burlona – dejaba ver que sabía claramente qué hacer a continuación.

Su estatura, casi descomunal, ensombrecía al pequeño Alfredo quien miraba con atención la enorme gárgola a la entrada de la catedral. Hasta que un infarto grotesco atacó su pecho al ver claramente a la escultura parpadear y derramar una viscosa baba desde su boca.

3 comentarios:

Sagara dijo...

Como siempre, descripción genial, me encantó sobre todo la parte de "el entrecejo fruncido, pero sin signos evidentes de tensión", fue un gran dato, una excelente forma de tirar una pista sobre las características de la "cosa" de la que estábas hablando.

Me encantan tus adjetivos calificativos ("suculenta", "grotesco", "viscosa", entre otros), dan mucho gusto a la historia que cuentas.

Como siempre... el pobre prota no pudo prever lo que le iba a suceder :P

I lov yuuuu!!!

Kinetic dijo...

gracias amore... creo que me falta un montón aún.. buscar formas bellas e intrigantes de finalizar los escritos, darle un que se yo... o mas bien depurar lo que se hacer...

gracias por tus comentarios... te amo, espero seguir así 8al igual que tu) y q nuestros sueños literariosvuelen para convertirse en una publicación, tarde o temprano..


muack!

Sagara dijo...

siiiiii, juntos seguiremos chicoteando a los editores hasta el finnnnn!!!

jejeje, te amo mi bebo, te adoro, eres mi luz, mi sol, mis ganas de vivir y mi alegría. Es un verdadero honor compartir mi vida contigo y cumplir nuestros sueños juntitos

hay una vida por delante para nosotros =D